Thursday, October 29, 2009

La negociación está en las calles: Un día de resistencia y represión

Huyendo de nubes de gases lagrimósimas varias personas llevan una mujer en un estado de shock alrededor de una esquina a una grifa de agua que alguien ha encontrado. Su camisa amarilla y brillante está completamente llena de una mezcla de sudor, gases lagrimósimas y agua. La gente se junta a su alrededor para limpiarla a ella y a si mismos con agua. De repente oímos más tiros y el sonido de los pasos de las cobras – una fuerza élite policiaca hondureña. En cuanto huimos arriba de un cerro nos encontramos con otro observador de derechos humanos quién reporta que varias personas han estado gravemente golpeadas y están en el hospital. Seguimos caminando hasta llegar al lugar donde la resistencia se está juntando otra vez frente el hotel Marriott hotel. Llega un van con comida para la resistencia y la gente forma unas colas para recibir sus porciones de tortillas y queso. Mientras algunas personas empiezan a sentarse y comer cuatro camiones grandes llegan, manejando lentamente en medio de la gente mientras las cobras bajan por atrás y ponen sus caretas antigas. Una mujer vieja llevando una delantal les está gritando, “¿porqué no me maten ahora?” Sin ninguna advertencia las cobras y el ejército, ahora colocados en varias filas, empiezan a avanzar hacia la gente. Dentro de pocos momentos y sin provocación empiezan a lanzar gases lagrimósimas por el aire y los soldados y la policía están persiguiendo la gente, golpeando por todos lados con sus bastones.

Unos momentos antes de que todo esto empezó estábamos marchando bajo el sol con los ritmos animados de una banda de percusión de estudiantes de la secundaria. Cerca de nosotros una madre y su hija caminaban, mano en mano, con sonrisas tan grandes que el sol reflejaba en sus dientes. Algunas personas habían parados para comprar helados de un vendedor. Una mujer de tercera edad con toda su familia esperaba en la sombra de un árbol para que la marcha siguiera.

La marcha empezó con miles de personas reunidos desde temprano esa mañana frente la universidad nacional pedagógica, preparando para desafiar abiertamente la prohibición de parte del gobierno de facto de las marchas y tomar las calles para exigir la restitución del Presidente Manuel Zelaya y una asamblea constituyente para re-fundar el país desde abajo. Cuando pedimos a un miembro de la policía para hablar con la autoridad encargada de ellos para anunciar la presencia de observadores de derechos humanos, un oficial dijo, “aquí quién manda son los militares, hablen con él, por allá,” y señaló un capitán militar al fondo de la fila gruesa de policía y soldados. Aquí en Honduras, el ejército manda.

“La negociación verdadera está en las calles. Cuando nos tiran bombas lagrimósimas, esa es una negociación. Cuando marchamos, esa es una negociación. Cuando nos golpean, esa es una negociación. La lucha en las calles es la verdadera negociación, no lo que pasa en las discusiones entre las delegaciones oficiales. Estamos completamente claros que solo el pueblo salva al pueblo,” nos diría luego el líder garífuna Alfredo Lopez, unas horas antes de que el presidente de facto hondureño Roberto Micheletti anunciaría por primera vez que está dispuesto a dejar el retorno de Zelaya al poder.

En el día 124 de resistencia continua de resistencia al golpe de estado en Honduras, la primera demanda de la resistencia – la restitución del presidente elegido democráticamente por el pueblo, Manuel Zelaya – parece estar al alcance. Desde que el ejército lo secuestró el 28 de junio, por lo menos 26 miembros de la resistencia no-violenta han sido asesinados. Más que 4,000 han estado detenidos. Mujeres han sido asaltadas y violadas por grupos de oficiales de la policía y ejército. Maestros se han desaparecidos y luego encontrados en una morga o con sus cuerpos cortados y tirados en un campo. Esta represión solo ha fortalecido la voluntad y profundizado el compromiso de la resistencia. La demanda por una nueva asamblea nacional constituyente y la re-fundación del país al nombre de la democracia participativa y los derechos humanos se ha convertido en una demanda universal.

Como la líder indígena Berta Cáceres nos dijo, “Honduras antes solo se conocía por ser base de los gringos y las cobras o por el huracán Mitch. Ahora se conoce por la dignidad de su pueblo. Hemos avanzado demasiado para rendirnos jamás y esta lucha apenas está empezando.”

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